Categoría: Fetichismo

Ropa interior usada, hablemos de este fetiche

Redactado por: Carolina
Fecha de publicación: 28 abril, 2020

Todos tenemos nuestras pequeñas fantasías, manías especiales que tienen que ver con cosas que nos gustan, que nos atraen, que desatan en nosotros ese punto morboso y vicioso. A cada cual le pone algo distinto, porque hay quien prefiere a las rubias y otros que son más de morenas, hay chicas que se mueren por los hombres con melena y las que eligen antes a los que ya tienen poco o nada de pelo. Lo cierto es que sobre los gustos no hay nada escrito, y por ello al final cada cual tiene su propia manera de entender el vicio, la sensualidad y el morbo. Algunos desarrollan fetiches especiales que, sin razón aparente, les ponen muy cachondos. En psicología esto se estudia como parafilias y se convierten en algo realmente especial y digno de estudio.

Y es que hay un montón de parafilias que van mucho más allá de lo que entenderíamos hoy por hoy como normal, si es que esa palabra puede utilizarse ya en su contexto. Porque lo normal dependerá de a quién le preguntes, y de los gustos de cada cual. Existen montones de parafilias curiosas, pero nosotros hoy vamos a centrarnos en una que en realidad sí que es bastante habitual, un fetiche que tienen sobre todos los hombres, pero que también se encuentra en muchas mujeres. Es también curioso comprobar cómo el machismo también está presente en estos fetiches, puesto que los hombres parecen poder tener muchos y hablar de ellos sin problema, mientras que las mujeres lo deben llevar en silencio, como si fuera algo malo. Estamos hablando de tener ropa interior usada de otras personas como fetiche erótico.

Ser exhibicionistas: esa gran pasión que compartimos mi chico y yo

Redactado por: Carolina
Fecha de publicación: 13 marzo, 2019

He de reconocer que, desde que empezamos a salir, Pablo y yo hemos estado en un montón de playas nudistas porque nos encanta eso de tostarnos al sol sin nada encima.

En mi caso, no me gustan las feísimas marcas que dejan los bikinis, y en el suyo, disfruta mucho luciendo su trasero torneado en el gimnasio, y tampoco le importa presumir de buen rabo. Siempre que podemos, cogemos el coche y nos vamos a alguna playa cercana en la que podamos estar así, completamente desnudos, porque también nos pone bastante el tema de exhibirnos un poco. He tenido otras parejas antes y a todos les molestaba demasiado el que yo me desnudara en público, pero con Pablo es diferente. Él lo disfruta.

Sé que le pone muchísimo el ver cómo los otros hombres y algunas mujeres me comen con la mirada cuando estamos en la playa. Yo me luzco a propósito para provocarles, y para ponerle más cachondo a él todavía, porque me encanta lo burro que se pone. Muchas veces ha tenido que volverse a la toalla por la tremenda erección que le había provocado al juguetear con él. Pero aquel día fue distinto, porque nos dejamos llevar por completo y nos olvidamos del resto del mundo. Sinceramente, estábamos tan cachondos que solo queríamos disfrutar al máximo del momento, y lo que ocurriese a nuestro alrededor nos daba igual.

Cómo una paja con los pies me hizo descubrir un mundo nuevo de sensaciones

Redactado por: Carolina
Fecha de publicación: 26 noviembre, 2018

El relato de hoy nos lo ha mandado Álvaro, desde Valencia, y estoy segura de que muchos os sentiréis identificados con esta historia con tanto morbo.

Viajé hace un tiempo a Berlín con una de esas compañías lowcost en las que apenas te dejan sitio para respirar en el avión. Por fortuna, iba en ventanilla y solo tenía a una persona al lado. Era una mujer ya madura, pero con un cuerpo espectacular que todavía seguía llamando la atención de los hombres en aquel vuelo, incluso de los más jóvenes.

La mujer era alemana y volvía a Berlín después de unos días en la costa levantina, según me comentó. Traía un moreno muy cuidado y sus grandes ojos azules destacaban sobre su rostro. Domino desde hace tiempo algo de alemán, así que pude iniciar una conversación con ella. Tan bien fue la charla que al llegar al destino, decidí invitarla a cenar. Allí, en un restaurante bastante elegante, seguimos conociéndonos mejor, hablando de esto  y de aquello. La conversación, poco a poco, fue subiendo de tono, y de pronto, sentí como los pies de ella se posaban sobre mi paquete.

Aquellas bragas usadas de mi ligue en Tinder que decidí quedarme

Redactado por: Carolina
Fecha de publicación: 23 noviembre, 2018

Las redes sociales y las aplicaciones móviles están permitiendo a muchas personas encontrar a su media naranja, o al menos, a alguien con quien pasar un buen rato de diversión y placer. Es el caso de Luis, de Barcelona, un chico que pensaba que Tinder no servía demasiado hasta que encontró a la chica perfecta.

Cuando me topé con Lucía llevaba más o menos un mes con la aplicación instalada, y había perdido casi toda esperanza. Me había visto con alguna que otra chica, claro, pero la mayoría eran demasiado estrechas y cuando veían que yo iba directo al grano se rajaban. Con ella fue distinto, aunque eso tampoco lo sabía cuando vi su foto por primera vez. Era espectacular, cuerpo de auténtica modelo, unas curvas increíbles y una carita de muñeca que me puso cachondo al instante. Además, en su biografía se mostraba bastante lanzada y sensual, así que decidí marcarla.

Pensaba que, como en tantos otros casos, la cosa se quedaría ahí. Era una tía impresionante y yo soy guapete y tengo labia, pero no se me dan bien este tipo de apps. Sin embargo, a las pocas horas vi que ella también me había hecho match, así que empezamos a hablar. Yo todavía iba con un poco de miedo porque no sabía qué decirle a una chica tan escultural, que seguro que estaba cansada de escuchar siempre las mismas cosas de los tíos. Pero todo fue como la seda.