Aquellas bragas usadas de mi ligue en Tinder que decidí quedarme

Aquellas bragas usadas de mi ligue en Tinder que decidí quedarme

Por CAROLINA

Las redes sociales y las aplicaciones móviles están permitiendo a muchas personas encontrar a su media naranja, o al menos, a alguien con quien pasar un buen rato de diversión y placer. Es el caso de Luis, de Barcelona, un chico que pensaba que Tinder no servía demasiado hasta que encontró a la chica perfecta.

Cuando me topé con Lucía llevaba más o menos un mes con la aplicación instalada, y había perdido casi toda esperanza. Me había visto con alguna que otra chica, claro, pero la mayoría eran demasiado estrechas y cuando veían que yo iba directo al grano se rajaban. Con ella fue distinto, aunque eso tampoco lo sabía cuando vi su foto por primera vez. Era espectacular, cuerpo de auténtica modelo, unas curvas increíbles y una carita de muñeca que me puso cachondo al instante. Además, en su biografía se mostraba bastante lanzada y sensual, así que decidí marcarla.

Pensaba que, como en tantos otros casos, la cosa se quedaría ahí. Era una tía impresionante y yo soy guapete y tengo labia, pero no se me dan bien este tipo de apps. Sin embargo, a las pocas horas vi que ella también me había hecho match, así que empezamos a hablar. Yo todavía iba con un poco de miedo porque no sabía qué decirle a una chica tan escultural, que seguro que estaba cansada de escuchar siempre las mismas cosas de los tíos. Pero todo fue como la seda.

aquellas bragas

Hubo una conexión y una tensión sexual increíble

Charlamos sobre comida y sobre nuestras mascotas, y ella se  mostraba bastante simpática. Aun a riesgo de tensar demasiado la cuerda, decidí jugármela  y subir el tono de la conversación, llevándola por el terreno sexual. Le conté mis experiencias fallidas con Tinder, y ella me comentó que precisamente le había pasado lo mismo. Me costaba creerlo, pero entonces me soltó aquello de que no era tan fácil para una chica como ella encontrar a un tío que supiera satisfacerla. Supe reaccionar rápido y le contesté que nunca debía perder la esperanza, que seguro que aparecía alguien. A ella le gustó la respuesta, y después de un par de días de charla, decidimos vernos en persona.

Después de unas copas fuimos directos al grano

Ya desde el primer momento la tensión sexual se palpaba en el ambiente. Habíamos quedado en un garito bastante conocido de la ciudad y yo llegué un poco antes. Ella fue bastante puntual, y cuando entró con ese vestido rojo ceñido y ese escote de vértigo casi me da algo. Me llevé toda la conversación pensando mentalmente en que no debía mirarle las tetas, porque lo iba a echar todo a perder, pero no podía evitarlo. Ella se dio cuenta, claro, pero me lo dejó pasar. Con el alcohol ya haciendo efecto, decidimos seguir con la noche en otro sitio más tranquilo, porque allí, en ese local abarrotado, apenas se podía hablar… y evidentemente, tampoco se podían hacer otras cosas más interesantes.

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Su casa fue el lugar ideal para nuestro encuentro sexual ardiente

Lucía me invitó a su piso y en cuanto llegamos, yo no me anduve con rodeos y me lancé a besarla. Toda esa tensión que habíamos tenido durante la noche, todo ese deseo que yo podía sentir en sus palabras y en sus miradas, estalló por completo en ese momento. Nos desnudamos con prisa por explorar nuestros cuerpos y nos entregamos a los placeres más prohibidos. Aquella chica no solo era preciosa y sensual, sino que sabía muy bien cómo portarse en la cama. Necesitaba a un tío que le diera caña, y vaya si se la di. Quedé exhausto y casi no podía ni moverme, pero la deje completamente extasiada después de tres polvos, y se quedó dormida a mi lado, completamente desnuda. Y así, mientras admiraba sus curvas de diosa, caí yo también en el sueño.

No quería olvidar el hecho de haber ligado con esa chica

A pesar de lo cansado que estaba y de lo cómoda que era su cama, me desperté cuando las primeras luces se filtraron por la ventana. Mire a mi lado para ver si todo había sido fruto de un sueño, de una fantasía, pero ahí seguía ella, desnuda y deliciosa, esa misma chica que me había demostrado lo que significaba de verdad el placer unas horas antes. Sabía que era mejor no quedarme allí para cuando se despertara, así que decidí marcharme. Pero antes no me resistí a llevarme algo de recuerdo, para que aquella noche jamás se me borrara de la memoria, una prueba irrefutable de que aquello sucedió. Cogí sus bragitas negras, que seguían oliendo a ella, y me marché de allí con una sonrisa enorme en los labios.