Ofrecí sexo por dinero ¿me convierte eso en una puta?

Ofrecí sexo por dinero ¿me convierte eso en una puta?

Por CAROLINA

Siempre me he sentido orgullosa de mi forma de ser, abierta y liberal en lo que al sexo se refiere. Soy una mujer con las ideas muy claras, a la que le encanta disfrutar del placer en su cuerpo, entregarme con quien me apetece y no tener que dar explicaciones a nadie. Cada cual es dueño de su propia voluntad y la utiliza como mejor le conviene. Por eso yo siempre he estado abierta a todo tipo de aventuras sexuales, aunque incluso para mí había ciertos límites. Por ejemplo, el tema de ofrecer mi cuerpo por dinero siempre me provocaba cierto rechazo. Las mujeres que lo hacían me parecían valientes, siempre y cuando lo hicieran por su propia voluntad, claro está. Pero yo jamás me había planteado algo así, hasta que el destino me puso en esta tesitura…

Decía un famoso filósofo, de cuyo nombre ahora mismo no me acuerdo, que yo no soy solo yo, sino yo y mis circunstancias. Y yo no podría estar más de acuerdo con esa frase, porque el entorno, lo que nos ocurre, puede cambiarnos por completo y lanzarnos a hacer cosas que tal vez no habíamos planeado. Para mí, el sexo era algo natural y no tenía ningún tabú a la hora de implicarme en el placer con cualquier chico que me gustase. Salía por las noches y si se daba la ocasión, acababa sudando en la cama, en compañía de un tipo al que acababa de conocer. A veces salía bien, otras no tanto, pero yo siempre me consideré una chica liberada, no una puta, como a veces me llamaban algunos de ellos cuando les decía que no me interesaban. Esa palabra, de hecho, me sonaba bastante fea. Creo que es un insulto muy machista, sobre todo cuando no te dedicas a dar ese tipo de servicios, pero se te considera como tal solo por vivir tu sexualidad como ellos viven la suya. Hasta que tuve la experiencia que cambió mi percepción para siempre.

Apuros económicos

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Hace unos años, la crisis me tocó de lleno. No fue a la misma vez que a los demás, sino un poco más tarde. Yo era bastante más joven e inexperta, y no lo vi venir. Tenía un buen trabajo, pero me despidieron cuando la demanda bajó. Era una buena empleada, pero supongo que prefirieron quedarse con otras que tal vez tenían más experiencia que yo. La situación me pilló por sorpresa, con muchas facturas que pagar, y los apuros económicos no tardaron en llegar. Me confié un poco, porque pensé que no tardaría demasiado en encontrar un nuevo trabajo… Sin embargo, la situación era muy complicada en el mercado laboral, y yo me vi con el paro terminado y con la cuenta corriente casi en números rojos. Esas eran mis circunstancias, y creo que es importante explicarlas para entender por qué hice lo que hice.

Me acosté con un hombre por dinero

En aquellos días, mis amigas me insistían para que saliera de fiesta con ellas, pero yo no quería gastar dinero en aquello teniendo tanto por pagar. Por suerte, una noche acabaron por convencerme y terminamos en un bar, a las tres de la mañana, bebiendo chupitos de tequila. Un hombre se me acercó en ese momento, muy educado y caballeroso. Era maduro, y tenía mucha labia. Entre eso y los chupitos, me convenció para ir a un lugar algo más tranquilo. Y me ofreció tener sexo, algo que yo no veía nada claro. No me atraía demasiado, la verdad. Todo cambió cuando él me aseguro que podría pagarme un buen dinero por una noche conmigo. Cuando concretó la cantidad, no pude ocultar mi reacción. Él sabía que me tenía convencida, así que fuimos a su casa…

¿Por qué lo hice?

El trayecto no fue muy largo, pero me dio al menos para replantearme aquella situación. Iba a acostarme con un hombre a cambio de dinero. De no ser por el ofrecimiento económico, seguramente jamás habría acabado en la cama con él, por mucha labia que tuviese. No me llamaba mucho la atención, ni me parecía especialmente atractivo. Sin embargo, vi una oportunidad para sacar algo de dinero, que tanta falta me hacía, y además pensaba que era solo sexo. Cuando llegamos a su piso nos desnudamos y fuimos directos a su habitación. Me entregué a él como lo suelo a hacer con cualquier otro chico, y tuvimos un encuentro bastante apasionado que, sin ser la bomba, tampoco estuvo mal. Al terminar, él dejó el dinero encima de la mesilla y fue a ducharse, así que aproveché para cogerlo y marcharme. No volvimos a vernos.

Un suceso puntual

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Al día siguiente, cuando mis amigas me preguntaron, les mentí para decirles que simplemente me había acompañado a casa, pero no había pasado nada más. Me sentí extraña, y aunque no me arrepentía del todo, sabía que no podía confesarle lo que había hecho a los demás, porque en ese caso me tratarían como a una puta. ¿Lo era? Técnicamente había ganado dinero ofreciendo sexo, aunque por supuesto, había muchos matices. Lo había hecho por propia voluntad, y había elegido seguir hasta el final. Incluso lo había disfrutado, en cierta manera. Y ahora tenía dinero suficiente para pagar el alquiler e incluso darme algún capricho. Sin embargo, no he vuelto a entregarme de esa manera. Tal vez porque no se han dado las circunstancias, o tal vez porque prefiero no convertirlo en algo habitual.

¿Repetiría?

Al poco tiempo de aquella experiencia por fin encontré trabajo, y hoy por hoy estoy feliz ganando un buen dinero y permitiéndome la vida que siempre había deseado. Aquel suceso quedó casi como una anécdota, y como nunca se lo conté a nadie, mi secreto estaba seguro. Sin embargo, me hizo replantearme muchas cosas, sobre todo en la forma en la que veía el sexo. Para mí, el placer era algo que solo puedes sentir con alguien que te atrae. Debe haber una conexión, deben saltar chispas… Pero aquel hombre no me provocaba nada de eso, y aun así, no me desagradó del todo acostarme con él. Tal vez porque la recompensa monetaria era demasiado jugosa, y aquello, en parte, también me ponía. Fue algo puntual, de todas formas, y hoy por hoy no tengo previsto volver a repetirlo, aunque como ya decía al principio, las circunstancias pueden arrastrarnos a lugares insospechados…