Cómo una prostituta salvó mi matrimonio

Cómo una prostituta salvó mi matrimonio

Por CAROLINA

A veces la vida te sorprende en los momentos más inesperados. Piensas que es imposible que pase algo, pero ocurre, y todo tu mundo cambia. Yo debería estar ya adaptada a ese tipo de terremotos emocionales, porque no llevo precisamente una vida sencilla, pero a veces es casi imposible hacerse a cambios tan grandes. Y no me refiero a cambiar de ciudad o de trabajo, sino a sentir cómo cambia la manera en la que entiendes el deseo, el placer, el sexo. Para mí, esto es tremendamente importante porque considero que disfrutar del sexo es primordial para mi vida y mis relaciones. Por eso, cuando ocurre algo que cambia mi paradigma, debo pararme a pensar en todo  lo que está pasando y asegurarme de que por buen camino. Yo jamás habría imaginado que una prostituta fuera capaz de salvar mi matrimonio, pero hoy por hoy debo reconocer, sin vergüenza alguna, que así fue.

No tengo nada en contra de las escorts, ni mucho menos. Me parecen muy valientes a la hora de entregarse en algo tan personal como el sexo, y hacerlo como forma de vida. Yo no tengo ese poder, desde luego, al menos para hacerlo de forma recurrente, pero admiro a quien sí lo consigue. Y además, he visto a más de una chica joven y sensual que desde luego podría tener todo el dinero que quisiera si se convirtiera en escort. Pero supongo que todavía hay mucho tabú con este tipo de negocios, y al final una también los sufre. Yo misma he mirado con desconfianza a alguna de esas trabajadoras sexuales cuando nos hemos cruzado con ellas por la calle, a altas horas de la madrugada. Se quedaban mirando a mi marido, aunque no le decían nada, porque sabían que estaba conmigo. Y yo me tranquilizaba pensando que él ya tenía en mí tolo que podría desear en una amante… pero el tiempo me demostró que no era así. La vida da muchas vueltas, y a veces damos por sentadas cosas que en realidad no están ni mucho menos seguras. Esta es mi experiencia, la auténtica, de cómo una escort nos salvó a mi marido a mí de la rutina.

La rutina en mi relación

como-una-prostituta-salvo-mi-matrimonio

Llevar ocho años casados, más tres previos de relación, me parece un logro importante. Es lo que buscaba, desde luego, después de haber probado tanto y a tantos anteriormente. Javier era el hombre perfecto para sentar la cabeza, como se suele decir, y lo supe la primera vez que follamos. Eso era lo que quería sentir cada día, cada noche, cada madrugada… Solo que el tiempo hace mella en todo, incluso en la pasión y el deseo, y en aquel momento, después de tanto tiempo, ya no éramos tan intensos como antes. Es lógico, por otra parte, pero yo era de las que pensaba que eso de la rutina solo les pasaba a los demás. Que yo jamás caería en algo así, y mi relación siempre sería fluida e intensa como el primer día. Me equivocaba, claro, peor al menos pude entenderlo antes de que fuera demasiado tarde.

Mi marido me lo propuso casi en broma

Javier y yo notábamos que había ciertos problemas en la relación, especialmente en lo que al sexo se refiere. El cansancio del trabajo, el estrés, todo lo que teníamos encima… había provocado que yo no estuviéramos tan cariñosos como de costumbre. Y no era por falta de ganas. Él me seguía poniendo muy cachonda, y sé que yo a él también, pero ya no era lo mismo. Nos faltaba esa chispa que lograba encender el deseo que luego éramos capaces de compartir juntos, conectados como si fuéramos uno solo. Habíamos perdido esa magia, y los dos nos dábamos cuentas. Así que una noche, en la cama, él me dijo medio en broma medio en serio que tal vez necesitábamos ayuda de una profesional.

Al principio pensaba que se refería a una terapeuta matrimonial o a una sexóloga, y no me pareció que estuviéramos tan mal como para pedir ese tipo de ayuda. Pero luego él me confirmo que se refería a una prostituta, una chica que fuera bisexual, por supuesto, y que pudiera hacernos pasar un rato divertido  y excitante. No iba a ser nuestro primer trío, claro está, pero hacía ya tiempo que aquello nos había dejado de atraer tanto. Parecía excitante estar con otras personas, pero luego no solía salir bien. A menos que fuera una profesional, acostumbrada a poner el placer por delante de las emociones, y con mucha práctica en este tipo de servicios.

Un encuentro increíble

Aunque la proposición no iba demasiado en serio al principio, creo que a los dos se nos quedó como algo que tal vez podría funcionar. Lo volvimos a comentar pocas noches más tarde, después de un polvo de lo más soso, y entendimos que no perdíamos nada por intentarlo. Así que comenzamos la búsqueda de la chica perfecta para nuestro trío salvaje. Quedamos en que debía gustarnos a los dos, porque no se trataba de cumplir una fantasía mía o suya. Queríamos prender de nuevo la llama de nuestra pasión, y entonces nos topamos con Julia, una joven de 25 años que era perfecta. Los dos nos quedamos boquiabiertos a la vez al ver sus fotos en ese perfil en Internet. Decidimos contactar con ella, contarle lo que queríamos, y un par de días más tarde, nos vimos en casa.

La chica era incluso más guapa en persona, cosa que me sorprendió. Venía además con muy buena actitud, amable y cariñosa, muy solícita, preocupándose por nosotros y por nuestro caso. Casi parecía más una terapeuta sexual que una prostituta. Después de una copa, empezamos a desnudarnos y pasamos al dormitorio. Y lo que ocurrió allí es una de las mejores experiencias sexuales de mi vida. Se creó una comunión muy especial entre los tres, y Julia supo encendernos a mi marido y a mí, y darnos espacio cuando lo necesitábamos. Sabía que su objetivo era precisamente ese, y no buscó ser la protagonista de la noche. Nos ayudó  a disfrutar, a reencontrarnos sexualmente, a explorar nuevas pasiones y fantasías, algo que no hacíamos desde hacía mucho tiempo…

Lo recomiendo a todas las parejas

matrimonio-feliz-prostituta

Como ves, mi experiencia fue todo un éxito, y yo la recomendaría a cualquier pareja que quiera salir de la rutina. Entiendo, eso sí, que no todos son tan abiertos de mente en el terreno sexual como mi marido y yo. Al final, cada cual debe saber hasta donde está dispuesto a llegar para salvar su matrimonio, y yo sé que un trío no es la idea que la mayoría tiene en mente. Pero creo igualmente que esa apertura de miras, esa forma de despojarnos de los celos o del ego propio para disfrutar solo del placer, nos viene muy bien para despejar nuestra mente de todo lo demás. Es como cambiar el chip y atrevernos con algo distinto. Javier y yo estamos ahora mejor que nunca en el terreno sexual, y sabemos que, cuando nos vuelva a ocurrir, Julia estará encantada de volver a ayudarnos.