Relato de una pareja liberal que logró seducir a la esposa del vecino

Relato de una pareja liberal que logró seducir a la esposa del vecino

Por CAROLINA

Para prestarnos un poco de sal, para enterarnos de los chismorreos del barrio, para ayudar con las compras… Los vecinos siempre están ahí, como “amigos por obligación” para muchos, aunque es cierto que esa cercanía geográfica a otras personas ha dado lugar a algunas de las mejores amistades… e incluso algo más. Así le ocurrió a José y Silvia, de Alicante, cuando pusieron el ojo sobre su excitante vecinita nueva.

Cuando llegó aquel matrimonio al barrio nos fijamos en lo jóvenes que eran. No tenían niños, y ella no debía tener más de 27 o 29 años. Rubia, de pelo rizado y con un cuerpo  muy exuberante, llamaba la atención de todos porque además no dudaba en llevar ropa provocativa. La mayoría del barrio la miraba con recelo, pero a Silvia y a mí nos ponía muchísimo. Ya teníamos experiencia en tríos, en incluir a otra persona en nuestra relación, pero nunca se nos había pasado por la cabeza que fuera nuestra vecina, hasta que Carmen llegó a vivir al barrio.

Más allá de los típicos saludos y conversaciones triviales tampoco tratamos demasiado con ella. Sabíamos que trabajaba en casa y que su marido era un importante hombre de negocios que viajaba bastante. Y no tardamos en idear el plan perfecto para seducirla. La vimos despedirse de su marido en la puerta de casa, ya que el iba a salir de viaje por trabajo y estaría unos días fuera. Eso la dejaba a ella sola, y a nosotros con todas las opciones del mundo para llevarla a nuestro terreno. Debíamos ser cautos, eso sí, para que no se asustara al menos al principio.

pareja con vecina

Una invitación muy sugerente

Silvia y yo decidimos salir a su encuentro, como por casualidad, cuando ella volvía de hacer la compra. Sabíamos que estaba sola en casa, pero nos hicimos los tontos preguntando por su marido. Cuando nos dijo que estaba fuera y que cenaría sola aquella noche, aprovechamos para invitarla a casa, con la excusa de querer conocerla mejor, porque para eso era nuestra vecina. Ella no supo muy bien qué contestar al principio, pero le insistimos bastante y al final aceptó con una sonrisa que nos deslumbró a los dos. Nos marchamos a casa para prepararlo todo y para arreglarnos nosotros también, porque queríamos darle a aquella chica la cena de su vida. A eso de las nueve y media llamó a la puerta y al abrirle, sentí que casi me desmayaba. Carmen también se había tomado en serio lo de la cena y venía muy arreglada, exuberante, espectacular, con un vestido que la hacía tremendamente deseable.

Unos temas incómodos para cenar

La hice pasar y sentarse a la mesa mientras terminábamos de poner toda la comida, que era demasiada. Silvia y yo tratamos de que se sintiera cómoda desde el primer momento, y el vino ayudó a nuestra misión, tal y como habíamos planeado. La chica, además de sensual, era divertida y muy animada. A Silvia y a mí aquello nos encantaba, así que poco a poco fuimos sacándole temas de conversación, e incluso atreviéndonos a hablar sobre nuestra vida sexual. Le contamos algunas anécdotas y nos mostramos bastante abiertos con el tema. Ella, al principio, parecía estar un poco cortada, pero pronto cogió más confianza y también empezó a hablar sobre todas las cosas que hacía con su marido, entre risas y más copas de vino.

pareja trio

El juego erótico

Cuando la cosa ya estaba lo suficientemente caldeada y el alcohol ya empapaba nuestros cuerpos, se me ocurrió proponer un juego para divertirnos aun más. Nada del otro mundo, simplemente el típico Verdad o Reto, solo que con un toque mucho más sexual. Silvia me miraba cómplice mientras la chica se reía, pero al final acabó aceptando. Por supuesto, los dos nos confabulamos para conseguir que Carmen acabara confesando todas sus fantasías, y que incluso nos reconociera que alguna vez había tenido curiosidad por probar un trío. La hicimos pagar prenda, e incluso besarse con Silvia, lo cual me puso tremendamente cachondo. En ese punto, ya medio desnudos los tres y con la lujuria a flor de piel, mi esposa y yo nos lanzamos a por Carmen y terminamos de desnudarla para que se dejara llevar.

Final feliz en una cena para el recuerdo

Acabamos en el dormitorio, como no podía ser de otra forma, disfrutándonos los tres de la manera más loca y sensual posible, entregándonos a un placer prohibido que nos sabía mejor que nunca. Carmen al principio se dejaba llevar por nosotros, porque veía que teníamos más experiencia, pero enseguida cogió algo más de confianza y se montó sobre mí para cabalgarme furiosa, con toda la rabia del mundo, pidiéndome que le diera más y más fuerte, mientras se besaba con mi esposa. Fue uno de los mejores tríos que hemos realizado y desde entonces solo estamos esperando a que su marido vuelva a marcharse de viaje para invitarla de nuevo a cenar… y lo que surja.